Hay ciertos sentimientos que guardamos en un cajón de nuestro interior, muchas veces bajo tantas llaves que llegamos a olvidarlos y se quedan ahí esperando la oportunidad de volver a salir, de volver a hacernos sentir, de hacernos creer, de hacernos recordar, de hacernos vivir. ¿Qué es la vida sin el sentir? a mi gusto personal simplemente sería vacía, innecesaria, inconcebible.
Nuestros candados emocionales pueden derivarse de diversas situaciones que generan el contexto específico de cada uno de nosotros; quizá hayas tenido una relación tormentosa; tal vez acabas de terminar una relación magnífica; podría darse el caso en el que te encuentres en una relación estable por mucho tiempo que ha provocado un cierre químico-emocional. Hay tantos casos cada uno tan particular y único que me sería imposible poder mencionar.
Lo cierto es, que a todos nos llega el día en el que esos candados son puestos a prueba; llega alguien que se introduce de la manera idónea para quebrar o abrir esos candados. Hay personas que llegan a tu vida de forma sigilosa como el ladrón experimentado que roba una casa de noche con todos dormidos y sin hacer ruido; de tal manera que pueden abrir cada candado sentimental magistralmente y sin darnos cuenta. Existen aquellas que llegan tan abruptamente como un choque a 120 km/h rompiendo todos los candados de un solo golpe dejando atrás y totalmente destrozada cualquier cosa que se le interponga.
¡Qué maravillosa sensación! el pensar a alguien todo el día; el volver a sentir aquella cosquilla, la necesidad de hablar con esa persona todo el día todos los días todo el tiempo; pasa que piensas en ella todo el tiempo, tanto que no te deja dormir y cuando haces el esfuerzo titánico de poder hacerlo, irrumpe en tus sueños acosándote de una manera tan propia que simplemente no puedes dejar de amar. Cuando crees que por fin puedes descansar (aunque en el fondo sabes que no puedes y sobre todo, no quieres) aparece como por arte de magia, una magia mística y bella que te golpea en todos los rincones del ser, forzándote al ciclo.
No podemos más que agradecer a esas personas que se introducen en nuestros mundos, creando un espacio único para ellas, un lugar especial en nosotros que sólo puede ser lleno por aquellos quienes han podido construirlo tan magníficamente en nosotros. Gracias a ustedes que nos han dado la oportunidad de sentir, de vivir, de amar y de disfrutar; es un regalo que pocos tienen la oportunidad de recibir. Gracias por crear cada relación tan específica, tan única, tan especial pero sobre todo tan tuya y tan mía.